La amígdala venezolana

La amígdala venezolana

“El miedo destruye la capacidad de aprender” Bruce Perry.-

La amígdala es un órgano con forma de almendra que se encuentra enterrado en el centro del cerebro tanto en el hemisferio derecho como en el izquierdo. Dentro de sus funciones, está enlazar las áreas del cerebro encargadas del procesamiento cognitivo – como la corteza prefrontal – con áreas del tallo cerebral y el hipotálamo, lo que permite que coordine respuestas del cuerpo según la información que recibe y de ahí la famosa respuesta de pelear o correr frente a una amenaza latente.

Especialmente a la amígdala se la conoce por ser el centro de procesamiento de emociones del cerebro, aunque cuando se estimula, no genera tanto emociones “felices” como sí ansiedad y miedo. De hecho, Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional registra el caso de un paciente con daño en la amígdala que es capaz de reconocer diversas expresiones faciales menos el miedo, al punto de no saber cómo se ve una persona asustada. De modo que dentro de las funciones principales de la amígdala se encuentra el procesamiento del miedo.

Normalmente el trabajo de la amígdala resulta beneficioso, especialmente para la supervivencia del ser humano. La reacción frente amenazas y la sensación de que algo no está bien en nuestro entorno nos permite actuar acorde con una situación potencialmente peligrosa (de nuevo la famosa respuesta de pelear o correr), sin embargo, cuando hay una estimulación exagerada de la amígdala, esto puede resultar más en una carga que en un beneficio, porque genera un estado permanente de ansiedad, preocupación y estrés. A este estado inusual de sobre-estimulación de la amígdala el propio Goleman lo llamó amygdala hijack  que en español se traduce como el “secuestro de la amígdala”.

Ahora, ¿para qué es útil saber esto? Particularmente estudio la fisiología del cerebro para utilizarlo en procesos de coaching y generar en mí mismo y en mis clientes consciencia sobre lo que ocurre puertas adentro de nuestro cerebro en las diversas situaciones en las que se nos vemos involucrados. Por otro lado, mientras escribo este artículo creo que es fundamental que todos conozcamos cómo puede afectar el contexto venezolano que estamos viviendo en nuestra forma de pensar, en nuestra capacidad de tomar decisiones y de accionar.

David Rock y Linda Page, dos coaches especializados en la neurociencia aplicada al coaching, identificaron en su libro Coaching con el Cerebro en Mente 4 efectos que genera el denominado secuestro de la amígdala en nuestra forma de pensar:

1. Generalización: Tendemos a exagerar y expandir lo que sentimos que nos amenaza a todo a nuestro alrededor, por ejemplo: “nada funciona en este país”, “aquí no se puede vivir”, “es imposible mantenerme calmado en medio de esto”, “nadie puede trabajar así”.

2. Reducción en la capacidad de razonar y tomar decisiones: La tarea de pensar y tomar decisiones de acuerdo a nuestros valores, principios y creencias se encuentra en la corteza prefrontal, una porción del cerebro detrás de nuestros ojos y frente. Cuando la amígdala se activa, impide el flujo de energía a esta parte del cerebro, por lo tanto nos cuesta mucho más pensar y tomar decisiones acordes con lo que es importante para nosotros.

3. Pesimismo: Como la reacción que genera la activación de la amígdala es el miedo y la ansiedad, coloreamos cualquier evento que suceda en medio del “secuestro” como algo negativo. Nuestro cerebro tiende a interpretar lo que nos sucede según el filtro de la emoción presente, por ende, al sentir miedo o ansiedad, aunque suceda algo que normalmente nos parecería positivo, lo menospreciaremos o nos parecerá que incluso eso es negativo.

4. Confundir amenazas psicológicas con amenazas físicas: Estudios como los realizados por los científicos Eisenberg, Lieberman, Kipling y Williams en la Universidad de California en el 2003 arrojaron que nuestro cerebro registra el dolor psicológico proveniente del rechazo o los insultos en la misma parte del cerebro que se registra el dolor físico, de forma tal que podemos padecer dolencias en partes de nuestro cuerpo cuando nos enfrentamos a un contexto amenazante psicológicamente.

Además de todo lo anterior, la activación de la amígdala produce una respuesta de estrés en el cuerpo que conlleva a la generación de un neurotransmisor llamado cortisol, que al permanecer mucho tiempo en nuestro cuerpo, debilita nuestro sistema inmunológico haciéndonos más propensos a enfermarnos.

Al contar con la capacidad de reconocer cuando nuestra amígdala está sobre estimulada y por lo tanto, períodos de miedo, estrés o ansiedad son demasiado frecuentes o prolongados, podemos reconocer también lo que dice el psiquiatra Jeffrey Schwartz: no somos nuestro cerebro. Es decir: no somos personas depresivas, airadas o estresadas, tampoco estamos perdiendo la cabeza, al contrario, nuestro cerebro está reaccionando frente a determinadas circunstancias que ha registrado como negativas y trata de protegernos.

Lo mejor de todo es que tenemos la posibilidad de revertir estos efectos cuando nos impiden llevar una vida normal, así que una vez identificado esto, les dejo 3 ejercicios a modo de recomendaciones que permiten relajar la amígdala y poder disfrutar de nuestra cotidianidad a pesar de un contexto difícil:

1. Poner la emoción en palabras: El lenguaje es poderoso, así lo reconocen filósofos, psicólogos y científicos. El poner en palabras la emoción que estamos experimentando en un momento determinado permite activar áreas del cerebro distintas a la amígdala y por ende reducir la energía que fluye hacia ella. La buena noticia es que esto podemos hacerlo de muchas formas, desde simplemente decirnos a nosotros mismos cómo nos sentimos, escribirlo en un papel o conversarlo con otra persona.

En un estudio liderado por el psiquiatra Jeffrey Lieberman se le pidió a 30 participantes que vieran fotos de personas molestas, asustadas o felices. Luego, a la mitad de los participantes se les pidió que asociaran las caras de las personas con otras imágenes según la emoción que correspondiera. A la otra mitad del grupo se le pidió que asociaran las caras con palabras que identificaran las emociones. El estudio demostró a través de resonancias magnéticas con imágenes funcionales que el grupo que vinculó las caras con palabras tuvo menos actividad en la amígdala que el otro grupo, mientras que tuvieron más actividad en la corteza prefrontal y áreas de la producción del lenguaje del cerebro, es decir, tuvieron más actividad cognitiva y menos emocional.

Algunas preguntas para poner ejercitar esta herramienta son: ¿qué siento?, ¿qué me generó esta emoción?, ¿para qué me sirve esta emoción?, ¿qué puedo hacer con esta emoción?, ¿qué quiero hacer con esta emoción?

2. Re-evaluar o re-encuadrar: Para Joseph O’Connor, fundador de la International Coaching Community y uno de los escritores más prolijos sobre Programación Neurolinguística, re-evaluar o re-encuadrar implica cambiar el significado de una emoción o una situación para utilizarla a nuestro favor. Por ejemplo, partiendo del miedo, podemos utilizarlo para entender realmente qué está sucediendo y tomar ventaja de la situación.

Imaginemos que nos muestran una foto de personas llorando frente a una iglesia, en principio nos embarga la tristeza, sin embargo, al reencuadrar la situación podemos concluir que están en una boda, llorando de felicidad, por lo tanto la emoción cambia.

En una investigación liderada por los científicos Kevin Oschner y James Gross, se demostró que el poder enfocar las situaciones que nos parecen adversas desde otra perspectiva permite disminuir el impacto emocional y por ende desactivar la amígdala, al tiempo que podemos activar las áreas del cerebro involucradas en el procesamiento de información y pensamiento lógico.

Es decir, reencuadrar o reevaluar es ser capaz de entender que lo que sucede a nuestro alrededor son eventos distintos a nuestra interpretación de ellos, y que podemos elegir y aplicar diferentes interpretaciones de un mismo evento.

Una pregunta clave para hacernos y practicar el reencuadre es ¿de qué otra forma puedo interpretar lo que está sucediendo?

3. Invertir en el círculo social: La importancia de crear, mantener y fortalecer nuestro círculo social es vital para controlar los niveles de estrés y de ansiedad que produce una amígdala sobrecargada. Cuando tenemos una comunidad de personas con las que podemos contar – pareja, familia, amigos, colegas – multiplicamos nuestros recursos emocionales, intelectuales y físicos. Podemos ser más resilientes, alcanzar más objetivos y tener mayor sentido de propósito en la vida.

El conferencista y promotor de la psicología positiva Shawn Achor explica que cuando hacemos una conexión social positiva, la oxitocina – la hormona del placer – es desprendida en nuestro torrente sanguíneo, reduciendo inmediatamente la ansiedad y el estrés y mejorando nuestra capacidad de concentración y enfoque. Para una prueba contundente de esta afirmación, los científicos Berkman, Leo-Summers y Horwitz realizaron un estudio para analizar el impacto del soporte emocional en sobrevivientes de infartos, en el que demostraron que las personas que recibieron apoyo social durante 6 meses luego de haber sufrido un ataque al corazón fueron tres veces más propensas a recuperarse totalmente que las que no lo tuvieron; mientras otro estudio dirigido por los psicólogos Spiegel, Bloom, Kraemer y Gotheil en 1989 sobre los efectos del tratamiento psicosocial en pacientes sobrevivientes de cáncer de seno, demostró que el apoyo a las pacientes por parte de sus grupos sociales aumentó al doble la expectativa de vida luego de haberse practicado la mastectomía.

Muchos otros estudios han demostrado los efectos de contar con un grupo social amplio y consolidado en beneficio de nuestra salud y desarrollo mental, contrarrestando así los efectos negativos del estrés y la ansiedad producidos por el secuestro de la amígdala, de ahí la importancia de encargarnos de consolidar el propio, no descuidarlo y especialmente ejercitarlo cuando nos sentimos agobiados en tiempos de incertidumbre y tensión.

Una excelente forma para repasar nuestro círculo social es hacer una lista de aquellas personas que más apreciamos y que nos proveen mayor soporte emocional, y estar en contacto con al menos un par de ellas diariamente, con acciones desde un mensaje de Whatsapp hasta una cita en un café o una visita casual.

Es posible encontrar estabilidad en medio del caos, hoy más que nunca con numerosos estudios y los avances de la neurociencia se ha demostrado que podemos auto inducir cambios en nuestros hábitos emocionales y de pensamiento a través de la atención dedicada en acciones como las conversaciones poderosas, la prácticas espirituales (particularmente me gusta practicar la oración y la meditación en frases y escritos positivos), ejercitando el reencuadre de las diversas situaciones que vivimos y fortaleciendo nuestro círculo social.

Por último, quiero decir que si se está experimentando de forma drástica los estados emocionales negativos que se han descrito en este artículo, la acción primordial que debe tomarse es apuntar una cita con un profesional de la salud mental, y con esto me refiero a un psicólogo o un psiquiatra. Los coaches no somos especialistas en salud mental, sino en desarrollo mental (algo que no me canso de decir y explicar), así que nuestro trabajo es efectivo en la medida que sea dentro de un parámetro de un mínimo de estabilidad mental.

Eugenio Pérez Toledano @coacheugenius

Abogado especializado en asesoría laboral, Coach certificado por la International Coaching Community, certificado en Neurociencia aplicada al Coaching. Mediador de conflictos. Miembro de la International Coach Federation y Presidente del Tribunal Disciplinario de la Sociedad Venezolana de Coaching. Facilitador y Speaker especializado en productividad y rendimiento.